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  • Sabía, incluso mientras nos tocábamos, que nunca había deseado nada más en toda mi vida. Todos mis antojos eran como un vaso de agua de estanque al lado del inmenso océano de anhelo que me invadía. La cabeza me daba vueltas, los ojos se me nublaban. Me quemaba por dentro como si mi sangre y mis huesos se consumieran en fuego líquido.