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Algo que había sido una sola célula, un racimo de células, un pequeño saco de tejido, una especie de gusano, un pez en potencia con branquias, se agitó en su vientre y un día se convertiría en un hombre: un hombre adulto, que sufría y gozaba, amaba y odiaba, pensaba, recordaba, imaginaba. Y lo que había sido una masa de gelatina dentro de su cuerpo inventaría un dios y le rendiría culto; lo que había sido una especie de pez crearía y, habiendo creado, se convertiría en el campo de batalla de la disputa entre el bien y el mal; lo que había vivido ciegamente en ella como un gusano parásito miraría las estrellas, escucharía música, leería poesía.