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Jesús dijo varias veces: "Ven, sígueme". El suyo era un programa de "haz lo que yo hago", más que de "haz lo que yo digo". Su brillantez innata le habría permitido hacer un despliegue deslumbrante, pero eso habría dejado a sus seguidores muy atrás. Caminó y trabajó con aquellos a los que debía servir. No era un liderazgo a distancia. No temía las amistades íntimas; no temía que su proximidad decepcionara a sus seguidores. La levadura del verdadero liderazgo no puede elevar a otros a menos que estemos con y sirvamos a los que van a ser guiados.