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Estoy dispuesto a mostrar buen gusto, si puedo, en la sala de estar de otra persona, pero nuestra vida de lectura es demasiado corta para que un escritor sea en modo alguno cortés. Puesto que sus palabras entran en el cerebro de otro en silencio e intimidad, debería ser tan honesto y explícito como lo somos con nosotros mismos.