El recuerdo de aquel acontecimiento acaba de volver a mí, ahora doblemente doloroso: pesar por un pasado desaparecido y, sobre todo, remordimiento por las oportunidades perdidas. Mithra-Grandchamp son las mujeres que no supimos amar, las oportunidades que no supimos aprovechar, los momentos de felicidad que dejamos escapar. Hoy me parece que toda mi vida no ha sido más que una sucesión de esos pequeños fracasos: una carrera cuyo resultado conocemos de antemano pero en la que no apostamos por el ganador.