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  • Tus ojos amo, y ellos, como compadeciéndose de mí, Sabiendo que tu corazón me atormenta con desdén, Se han puesto negros y amorosos plañideros, Mirando con linda verdad mi dolor. Y, en verdad, ni el sol matutino del cielo se asemeja mejor a las grises mejillas del este, ni esa estrella llena que anuncia la tarde, da la mitad de esa gloria al sobrio oeste, como esos dos ojos enlutados se asemejan a tu rostro: ¡Oh! deja que tu corazon llore por mi, ya que el luto te honra, y se ajusta a tu piedad en cada parte. Entonces juraré que la belleza misma es negra, y que todo lo que tu tez no tiene...

    William Shakespeare (2014). “Arden Shakespeare Complete Works”, p.40, Bloomsbury Publishing