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  • El soldado está convencido de que se le concede un cierto plazo indefinidamente prorrogable antes de que lo maten, el ladrón antes de que lo atrapen, los hombres en general, antes de que deban morir. Ese es el amuleto que preserva a los individuos -y a veces a las poblaciones- no del peligro, sino del miedo al peligro, en realidad de la creencia en el peligro, que en algunos casos les permite afrontarlo sin ser valientes. Esa confianza, igual de infundada, sostiene al amante que cuenta con una reconciliación, con una carta.