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Sin embargo, los filósofos admiten desde hace tiempo que todo hombre tiene dos educadores: Por un lado, el que le es dado y, por otro, el que se da a sí mismo. De las dos clases, la segunda es, con mucho, la más deseable. En efecto, todo lo que hay de más digno en el hombre debe elaborarlo y conquistarlo por sí mismo. Es lo que constituye nuestro verdadero y mejor alimento. Lo que simplemente se nos enseña rara vez nutre la mente como lo que nos enseñamos a nosotros mismos.