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  • Egoístamente, tal vez, Catti-brie había determinado que el asesino era asunto suyo. La había desconcertado, le había quitado años de entrenamiento y disciplina y la había reducido a la temblorosa apariencia de una niña asustada. Pero ahora era una mujer joven, ya no una niña. Tenía que responder personalmente a aquella humillación emocional, o las cicatrices de la misma la perseguirían hasta la tumba, paralizándola para siempre en su camino hacia el descubrimiento de su verdadero potencial en la vida.