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  • Pero, a decir verdad, no tengo un aspecto tan adusto como me gustaría. Tengo una cara redonda de caramelo, labios diminutos en forma de corazón, hoyuelos delicadísimos y mejillas de manzana tan sonrosadas que parezco estar siempre ruborizada. Mido un metro setenta y apenas paso de la estatura media. Y luego está mi voz: recién salida de segundo curso. Doy la impresión de ser tan joven, inocente e inofensiva que me han sacado una tarjeta por comprar sirope de arce. Los turistas se sienten más seguros pidiéndome indicaciones, los teleoperadores siempre me preguntan si mi madre está en casa y las camareras siempre, siempre me llaman "cariño".