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Sabía que nuestro tiempo juntos casi había terminado, le pregunté si le gustaba el deporte, me preguntó si me gustaba el ajedrez, le pregunté si le gustaban los árboles caídos, se fue a casa con su padre, el centro de mí la siguió, pero me quedé con la cáscara de mí, necesitaba volver a verla, no podía explicarme mi necesidad, y por eso era una necesidad tan hermosa, no hay nada malo en no entenderse a uno mismo.