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No más fotos. Seguro que hay suficientes. No más sombras de mí mismo proyectadas por la luz sobre trozos de papel, sobre cuadrados de plástico. No más de mis ojos, bocas, narices, estados de ánimo, malos ángulos. No más bostezos, dientes, arrugas. Sufro de mi propia multiplicidad. Dos o tres imágenes habrían bastado, o cuatro, o cinco. Eso habría permitido tener una idea firme: Esta es ella. Tal como están las cosas, soy acuosa, me ondulo, de un momento a otro me disuelvo en mis otros yoes. Pasa la página: tú, mirando, estás recién confundido. Me conoces demasiado bien para conocerme. O no demasiado bien: demasiado.