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Todo el viaje fue extraño y onírico: el arroyo rugiente, la hierba húmeda y gris, los acantilados resplandecientes a los que se acercaban, y siempre la gloriosa bestia que avanzaba en silencio.
Todo el viaje fue extraño y onírico: el arroyo rugiente, la hierba húmeda y gris, los acantilados resplandecientes a los que se acercaban, y siempre la gloriosa bestia que avanzaba en silencio.