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Uno de los motivos más poderosos que llevan a los hombres al arte y a la ciencia es escapar de la vida cotidiana, con su dolorosa crudeza y su desesperante monotonía, de las cadenas de los propios deseos siempre cambiantes. Una naturaleza finamente templada anhela escapar de la vida personal al mundo de la percepción y el pensamiento objetivos.