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Se preguntó vagamente si en el pasado abolido había sido una experiencia normal estar tumbados en la cama así, al fresco de una noche de verano, un hombre y una mujer sin ropa, haciendo el amor cuando querían, hablando de lo que querían, sin sentir ninguna compulsión por levantarse, simplemente tumbados y escuchando los tranquilos sonidos del exterior. Sin duda, nunca hubo un momento en que aquello pareciera corriente.