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  • La política se ocupa de lo externo: fronteras, riqueza, crímenes. El auténtico perdón se ocupa del mal en el corazón de las personas, algo para lo que la política no tiene cura. El mal virulento (racismo, odio étnico) se extiende por la sociedad como una enfermedad que se transmite por el aire, una tos infecta a todo un autobús. Cuando se producen momentos de gracia, el mundo debe detenerse, guardar silencio y reconocer que, en efecto, el perdón ofrece una especie de cura. No habrá escapatoria de las guerras, del hambre, de la miseria, de la rancia discriminación, de la negación de los derechos humanos, si no cambian nuestros corazones.