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  • Si Adán y Eva no eran cazadores-recolectores, sin duda eran recolectores. Pero, entonces, el deseo consumista, o autoembriaguez, o el "prurito", como lo llamaba Schopenhauer, apareció en forma de serpiente. Este monstruo capitalista despierta en Adán y Eva la posibilidad de que las cosas podrían ser mejores. Al instante, son expulsados del jardín y condenados a una vida de trabajo, monotonía y dolor. Los deseos suplantaron a las necesidades, y las cosas han ido cuesta abajo desde entonces.