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Pues, a fe mía, creo que es demasiado baja para un gran elogio, demasiado baja para un buen elogio y demasiado baja para un gran elogio: sólo este elogio puedo concederle, que si fuera otra de lo que es, sería poco agraciada; y no siendo otra de lo que es, no me agrada. (Benedick, de Mucho ruido y pocas nueces)