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El azar, mi amo y mi amigo, se dignará, estoy seguro, enviarme una vez más los espíritus de su reino rebelde. Toda mi confianza está ahora en él... y en mí mismo. Pero sobre todo en él, porque cuando me hundo siempre me saca a flote, agarrándome y sacudiéndome como un perro salvavidas cuyos dientes me desgarran la piel un poco cada vez. Así que ahora, cada vez que me desespero, ya no espero mi fin, sino un poco de suerte, algún pequeño milagro común que, como un eslabón reluciente, vuelva a remendar el collar de mis días.