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La unicornio se detuvo en su lento y desesperado recorrido por la jaula, dándose cuenta por primera vez de que el mago había entendido su discurso. Él sonrió, y ella vio que su rostro era aterradoramente joven para un hombre adulto, sin haber pasado por el tiempo, sin haber sido visitado por el dolor o la sabiduría. "Te conozco", dijo.