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Conocí a un hombre en Paphlagonia que se tragaba una serpiente viva cada mañana, al levantarse. Solía decir que estaba seguro de una cosa: que no le pasaría nada peor en todo el día. Claro que antes de colgarlo le hicieron comer un tazón lleno de ciempiés peludos, así que tal vez esa afirmación era un poco presuntuosa.