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Creo que la pobre niña de ojos fieros se había imaginado que con sólo cincuenta dólares en el bolso podría llegar de algún modo a Broadway o a Hollywood, o a la asquerosa cocina de una cafetería (se busca ayuda) en un lúgubre estado de la ex pradera, con el viento soplando, y las estrellas parpadeando, y los coches, y los bares, y los camareros, y todo sucio, roto, muerto.