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Vamos, amigo, tú también debes morir. ¿Por qué te quejas tanto? Hasta Patroclo murió, un hombre mucho, mucho mejor que tú. Y mira, ¿ves lo apuesto y poderoso que soy? El hijo de un gran hombre, la madre que me dio la vida... Una diosa sin muerte. Pero incluso a mí, te digo, me esperan la muerte y la poderosa fuerza del destino. Llegará un amanecer, un atardecer o un mediodía en que un hombre me quitará la vida en la batalla... arrojando una lanza, tal vez, o clavando una flecha mortal en su arco.