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Mi importancia para el mundo es relativamente pequeña. En cambio, mi importancia para mí mismo es tremenda. Soy todo lo que tengo para trabajar, para jugar, para sufrir y para disfrutar. No desconfío de los ojos de los demás, sino de los míos. No pretendo defraudarme más de lo que pueda evitar, y creo que cuantas menos ilusiones me haga sobre mí mismo o sobre el mundo que me rodea, mejor compañía seré para mí mismo.