Lo dijo en voz alta, las palabras se distribuyeron en una habitación llena de aire frío y libros. Libros por todas partes. Cada pared estaba armada con estanterías abarrotadas pero inmaculadas. Apenas era posible ver la pintura. Había letras de todos los estilos y tamaños en los lomos de los libros negros, rojos, grises y de todos los colores. Era una de las cosas más hermosas que Liesel Meminger había visto nunca. Asombrada, sonrió. ¡Que existiera una sala así!