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Pero la belleza, la verdadera belleza, termina donde comienza una expresión intelectual. El intelecto es en sí mismo un modo de exageración, y destruye la armonía de cualquier rostro.
Pero la belleza, la verdadera belleza, termina donde comienza una expresión intelectual. El intelecto es en sí mismo un modo de exageración, y destruye la armonía de cualquier rostro.