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  • Oh, muchachas misteriosas, cuando tengáis cincuenta y dos años os descubriremos; entonces debéis salir a la luz. Si la boca se os ha agriado, vuestra es la culpa: toda la mezquindad que vuestra juventud ocultó se ha ido acumulando en vuestro rostro. Pero los lindos pensamientos y las dulces maneras y las queridas y olvidadas bondades también permanecen allí, para florecer en vuestro crepúsculo como prímulas vespertinas.