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Como el timón vital de un barco, se nos ha proporcionado una manera de determinar la dirección en la que viajamos. El faro del Señor nos llama a todos mientras navegamos por los mares de la vida. Nuestro puerto base es el reino celestial de Dios. Nuestro propósito es dirigir un rumbo sin desviaciones en esa dirección. Un hombre sin propósito es como un barco sin timón: nunca llegará a puerto. A nosotros nos llega la señal: Traza tu rumbo, iza las velas, coloca el timón y avanza.