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Tras haber dormido durante cien millones de siglos, por fin hemos abierto los ojos en un planeta suntuoso, resplandeciente de color y rebosante de vida. Dentro de unas décadas volveremos a cerrar los ojos. ¿No es una forma noble e iluminada de pasar nuestro breve tiempo bajo el sol trabajar para comprender el universo y cómo hemos llegado a despertar en él? Así respondo cuando me preguntan -con sorprendente frecuencia- por qué me molesto en levantarme por las mañanas.