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Una de las penalidades de la educación ecológica es que uno vive solo en un mundo de heridas. Gran parte del daño infligido a la tierra es bastante invisible para los profanos. Un ecologista debe endurecer su caparazón y hacer creer que las consecuencias de la ciencia no son asunto suyo, o debe ser el médico que ve las marcas de la muerte en una comunidad que se cree bien y no quiere que le digan lo contrario.