-
Los mortales, hombres y mujeres, devoramos muchas decepciones entre el desayuno y la cena; retenemos las lágrimas y nos vemos un poco pálidos por los labios, y en respuesta a las preguntas decimos: "¡Oh, nada!". El orgullo ayuda; y el orgullo no es malo cuando sólo nos impulsa a ocultar nuestras heridas, no a herir a los demás.