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Dios es el bien supremo de la criatura razonable. Gozar de Él es lo que nos es propio; y es la única felicidad con la que nuestras almas pueden estar satisfechas. Ir al cielo, gozar plenamente de Dios, es infinitamente mejor que los alojamientos más agradables de aquí. Mejor que padres y madres, maridos, esposas o hijos, o que la compañía de cualquiera o de todos los amigos terrenales. Éstos no son más que sombras; pero el goce de Dios es la sustancia. No son más que rayos dispersos, pero Dios es el sol. No son más que arroyos, pero Dios es la fuente. No son más que gotas, pero Dios es el océano.