-
Quería contarles que, en Kabul, partíamos una rama de árbol y la utilizábamos como tarjeta de crédito. Hassan y yo llevábamos el palo de madera al panadero. Él hacía muescas en el palo con su cuchillo, una muesca por cada barra de naan que sacaba para nosotros de las rugientes llamas del tandoor. Al final del mes, mi padre le pagaba por el número de muescas en el palo. Eso era todo. Sin preguntas. Sin identificación.