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La Historia, con su lámpara titilante, avanza a trompicones por el rastro del pasado, tratando de reconstruir sus escenas, de revivir sus ecos y de encender con pálidos destellos la pasión de antaño. ¿Qué valor tiene todo esto? La única guía de un hombre es su conciencia; el único escudo de su memoria es la rectitud y sinceridad de sus actos. Es muy imprudente andar por la vida sin este escudo, porque tan a menudo se burlan de nosotros el fracaso de nuestras esperanzas y el trastorno de nuestros cálculos; pero con este escudo, por más que jueguen los hados, marchamos siempre en las filas del honor.