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Quizá sea cierto que las cosas pueden cambiar en un día. Que unas pocas docenas de horas pueden afectar al resultado de vidas enteras. Y que cuando lo hacen, esas pocas docenas de horas, como los restos rescatados de una casa quemada -el reloj carbonizado, la fotografía chamuscada, los muebles chamuscados- deben ser resucitados de entre las ruinas y examinados. Conservarlas. Dar cuenta de ello. Pequeños acontecimientos, cosas corrientes, destrozadas y reconstituidas. Imbuidos de un nuevo significado. De repente, se convierten en los huesos blanqueados de una historia.