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Mi tipo de lealtad era la lealtad a la patria, no a sus instituciones ni a sus dirigentes. El país es lo real, lo sustancial, lo eterno; es lo que hay que vigilar, cuidar y a lo que hay que ser leal; las instituciones son ajenas, son su mero ropaje, y el ropaje puede desgastarse, volverse andrajoso, dejar de ser cómodo, dejar de proteger el cuerpo del invierno, la enfermedad y la muerte.