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La enseñanza debe ser tal que lo que se ofrece se perciba como un don valioso y no como un duro deber. Nunca consideres el estudio como un deber, sino como la envidiable oportunidad de aprender a conocer la influencia liberadora de la belleza en el reino del espíritu para tu propio gozo personal y en beneficio de la comunidad a la que pertenezca tu trabajo posterior.