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La mayoría de la gente cree, cuando es joven, que va a llegar a la cima del mundo que ha elegido, y que el ascenso es sólo una formalidad. Sin esa fe, supongo, quizá nunca empezarían. En algún punto del camino levantan la vista hacia la cima y saben que no van a alcanzarla; y la felicidad entonces es mirar hacia abajo y disfrutar de la vista que tienen, no envidiar la que no tienen.