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Un color inmutable domina al melancólico: su morada es un espacio del color del luto. Nada ocurre en ella. Nadie se entromete. Es un escenario desnudo donde el yo inerte es asistido por el yo que sufre esa inercia. Este último desea liberar al primero, pero todos los esfuerzos fracasan, como habría fracasado Teseo de haber sido no sólo él mismo sino también el Minotauro; para matarlo entonces, habría tenido que matarse a sí mismo