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Durante el primer día, curiosos por tener forasteros entre ellos, un largo reguero de reclusos se acercó a hablar conmigo. Sorprendentemente, según lo que me contaron, casi todos los reclusos de la prisión no lo habían hecho. Varios miles de personas habían sido encerradas injustamente y, por una increíble coincidencia, todas en la misma prisión. Por otro lado, sabían muchísimo sobre cómo acuchillar a alguien.