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Los héroes no saltaban edificios altos ni detenían balas con la mano extendida; no llevaban botas ni capas. Sangraban y sangraban, y sus superpoderes eran tan simples como escuchar o amar. Los héroes eran personas corrientes que sabían que, aunque sus propias vidas estuvieran imposiblemente enredadas, podían desenredar la de otra persona. Y quizá ese único acto podría llevar a alguien a rescatarte a ti también.