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  • La mayoría de nosotros hemos aprendido a ser desapasionados ante el mal, a mirarlo a la cara y encontrar, casi siempre, nuestros propios reflejos sonrientes con los que no discutimos, pero el bien es otra cosa. Pocos lo han mirado fijamente el tiempo suficiente para aceptar que su rostro también es grotesco, que en nosotros el bien es algo en construcción. Los modos del mal suelen recibir una expresión digna. Los modos del bien tienen que conformarse con un cliché o un alisado que suavice su aspecto real.