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Los actores son muy afortunados. Pueden elegir si aparecerán en la tragedia o en la comedia, si sufrirán o se alegrarán, si reirán o derramarán lágrimas. Pero en la vida real es distinto. La mayoría de los hombres y mujeres se ven obligados a interpretar papeles para los que no están cualificados. Nuestros Guildensterns interpretan a Hamlet para nosotros, y nuestros Hamlets tienen que bromear como Prince Hal. El mundo es un escenario, pero la obra está mal representada.