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... el sufrimiento no ennoblece. Destruye. Para resistirnos a la destrucción, al odio a nosotros mismos o a la desesperanza de por vida, tenemos que desprendernos del condicionamiento de ser despreciados, del miedo a convertirnos en eso de lo que se habla con tanto desdén, rechazar los mitos mentirosos y las moralinas fáciles, vernos a nosotros mismos como humanos, imperfectos y extraordinarios. Todos nosotros extraordinarios