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La divinidad debe vivir en sí misma: Pasiones de lluvia, o estados de ánimo en la nieve que cae; Aflicciones en la soledad, o Elaciones insubordinadas cuando el bosque florece; Emociones racheadas en los caminos mojados en las noches de otoño; Todos los placeres y todos los dolores, recordando Las ramas del verano y la rama del invierno. Estas son las medidas destinadas a su alma.