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No tuve ninguna epifanía, ninguna revelación singular, ningún momento de la verdad, sino que una acumulación constante de mil desaires, mil indignidades y mil momentos no recordados produjeron en mí una cólera, una rebeldía, un deseo de luchar contra el sistema que encarcelaba a mi pueblo. No hubo ningún día en particular en el que dijera: "A partir de ahora me dedicaré a la liberación de mi pueblo", sino que simplemente me encontré haciéndolo, y no podía hacer otra cosa.