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  • El paso del tiempo por la memoria es como un vidrio fundido que puede opacarse o cristalizarse en cualquier momento a voluntad: mil días se funden en una conversación, una mirada, una herida, y una herida puede hacerse añicos y esparcirse a lo largo de mil días. Es silenciosa y escurridiza, se niega a ser condenada y gotea día a día; se arremolina en la mente mientras toda una vida puede cabalgar como espuma sobre las olas engañosas y transparentes y rociarse sobre la conciencia a intervalos irregulares e inesperados.

    Gloria Naylor (2005). "Las mujeres de Brewster Place", p.35, Penguin