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Me enfrenté al llamativo girasol de su bolso de lona, que parecía pintado a mano, y por fin mis ojos se clavaron en los suyos. Le dije: "Gracias por la tarjeta". Su sonrisa avergonzó al girasol. Se marchó.
Me enfrenté al llamativo girasol de su bolso de lona, que parecía pintado a mano, y por fin mis ojos se clavaron en los suyos. Le dije: "Gracias por la tarjeta". Su sonrisa avergonzó al girasol. Se marchó.