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Ser agradecido es reconocer el Amor de Dios en todo lo que Él nos ha dado - y Él nos ha dado todo. Cada aliento que respiramos es un don de Su amor, cada momento de la existencia es una gracia, pues trae consigo inmensas gracias de Él. Por eso, la gratitud no da nada por sentado, nunca deja de responder, se despierta constantemente a nuevas maravillas y a la alabanza de la bondad de Dios. Porque el agradecido sabe que Dios es bueno, no de oídas, sino por experiencia. Y eso es lo que marca la diferencia.