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  • Que el laberinto de arrugas se surque en mi frente con el hierro candente de mi propia vida, que mis cabellos se blanqueen y mi paso se vuelva vacilante, a condición de que pueda salvar la inteligencia de mi alma - ¡que mi alma infantil no formada, al envejecer, asuma las formas racionales y estéticas de una arquitectura, que aprenda justamente todo lo que otros no pueden enseñarme, lo que sólo la vida sería capaz de marcar profundamente en mi piel!

    Salvador Dalí (2013). "La vida secreta de Salvador Dalí", p.67, Courier Corporation.